domingo, 4 de febrero de 2007

ALEGORÍA

Aprieta el gatillo con rabia, casi con desesperación, como queriendo acabar cuanto antes con una obsesión. Frente a ella, esa mirada de conmiseración y sempiterno reproche se esfuma tras los párpados yertos del adúltero, desplomándose contra el entarimado de roble y reverberando en la oquedad de su cabeza con un golpe seco que la arranca del ensueño. Se incorpora levemente para dar un sorbo al té que el camarero ha depositado sobre su mesa con una sonrisa. Mientras lo saborea, no consigue reprimir esa lágrima que se desliza describiendo en su mejilla una parábola de amor, que Julio no merece.

Sin título

Tras la muerte de mamá, no veía tan abstraído a mi padre. Aun así, no me preocupa demasiado que se haya pasado la tarde sentado bajo el porche, y con la mirada extraviada entre los cipreses. Pienso que no está mal rememorar el pasado, sobre todo si los recuerdos son tan entrañables como los de la infancia. Nuestra perra, con su instintiva obsesión por escarbar, hocicó ayer con ellos, pero ha sido mi hijo el que después de echar un vistazo al contenido le ha entregado al abuelo la herrumbrosa cajita, que había permanecido soterrada en el jardín durante los últimos sesenta años.

sábado, 3 de febrero de 2007

Fragmento apócrifo de los “DIARIOS”, de Dacio Gil Monroy


Se ha despedido de mí con un levísimo quiebro de muñeca, antes de desvanecerse en el insondable túnel de luz. A pesar de la claridad que distorsionaba mi percepción de la escena, en su porte gallardo y la indumentaria tan peculiar me ha parecido reconocer al autor de El conquistador errante. En realidad, nunca llegué a conocerle en persona, pero podría jurar que era él. En mi ensayo El augusto Faroni, todavía inédito, me explayo a gusto con el poeta y sus cualidades humanas. Él es el prototipo, no me cansaré de decirlo, del artista comprometido que a mí me habría gustado llegar a ser algún día. Ni el Primer Premio de la Poesía Internacional provocó en él lo que otros galardones menos distinguidos en pendolistas de inferior talla. Pero la visión ha durado apenas un instante, si bien ha sido intensa, porque es lo único que consigo recordar del insólito sueño. Un instante después, el despertador ha sonado con ese ronquido amargo que cada mañana me devuelve a mi oscura y monótona vida de viajante de comercio.