domingo, 4 de febrero de 2007

Sin título

Tras la muerte de mamá, no veía tan abstraído a mi padre. Aun así, no me preocupa demasiado que se haya pasado la tarde sentado bajo el porche, y con la mirada extraviada entre los cipreses. Pienso que no está mal rememorar el pasado, sobre todo si los recuerdos son tan entrañables como los de la infancia. Nuestra perra, con su instintiva obsesión por escarbar, hocicó ayer con ellos, pero ha sido mi hijo el que después de echar un vistazo al contenido le ha entregado al abuelo la herrumbrosa cajita, que había permanecido soterrada en el jardín durante los últimos sesenta años.